Pero, ¿cómo es posible que alguien, que tiene la suerte de tener un trabajo y haberse pasado un mes a sus anchas, haciendo lo que le viene en gana y apetece, recorriendo la montaña o tostándose al sol, o regalándose unos paseos llenos de ocio y de cañitas frescas, relamiéndose con los exquisitos pinchos que ofrecen nuestras tabernas y bailoteando en las verbenas de las fiestas de nuestros pueblos, tenga la caradura de decir, cuando se le acaba el chollo y ve que se acerca el 1 de septiembre, que no puede afrontar acudir al puesto de trabajo porque es superior a sus fuerzas, porque tiene un tremendo síndrome postvacacional que le impide ponerse a currar?
¡PERO si hay más de cinco millones de personas que sólo con el hecho de saber que tenían que ir a trabajar al día siguiente sería suficiente para convertirlos en los seres más felices del universo! ¡Qué poca vergüenza! Si a todos los que les "da miedo" ir a trabajar después de las vacaciones les quitaran el trabajo, se les quitaba el miedo también al momento. ¡Ya está bien!
--"Oiga, mire, es que tengo miedo de incorporarme mañana al trabajo".
--Sí, sí, dígame, pero, ¿por qué?, dígame..."
--"No, es que mire..., me he estado levantando estos últimos días, desde que me dieron las vacaciones a las once de la mañana. Luego me daba un paseo y leía la prensa. Me tomaba a la una o así unas cañas en el bar los piornos, el que tiene el bar en la plaza de mi pueblo, y que prepara unos pincho que te puede dar algo. Luego me pasaba por la piscina y me pegaba unos largos, y con los amiguetes nos tomamos unos vino que no se pueden aguantar. Y después de la siestorra, con un café solo con hielo, a la taberna y la partida..
--"Pero, bueno, usted sabe que eso está bien durante un tiempo, para descansar, pero ahora hay que afrontar de nuevo...
--"Sí sí, si sé que hay que afrontar, pero yo, perdóneme, yo no puedo...
Y así seguiría la conversación hasta que le receteran a nuestro "pobre enfermo" unas pastillas que le levantaran el ánimo y le hicieran ver que las vacaciones se habían acabado. Pero, en realidad, los que sí necesitarían una buena ayuda psicológica serían aquellos a los que, por no tener trabajo ni vacaciones, corren el peligro de padecer el síndrome de no poder padecer "el síndrome postvacacional".
fuente : periodico y otros
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